POEMA 30 DE "LA PATRIA ES UNA NARANJA" /POESÍA DEL EXILIO EN MÉXICO / EN "GASPAR, EL LUGAREÑO" / TRADUCCIÓN AL ITALIANO DEL MAESTRO GORDIANO LUPI.
En ese edificio que parece una mancha de churre en tercera dimensión,
inserta
en otra mancha igual, pero más vasta.
En ese edificio lóbrego de la colonia Doctores, lóbrego
como un cementerio abandonado, como esos cementerios, digo,
en donde ya no entierran a nadie,
vive un amigo.
¿Quién habrá construido este edificio –adonde ahora voy entrando–
hace ya tanto, cuando la brisa de la Ciudad estaba apta
para que las azucenas no sintieran pavor?
Cuántas fiestas, cuántos días de paz, de fe, de porvenir (algo, que ya lo
sabemos, no existe) habrán sido derrochados en sus apartamentos
que hoy se parecen a las tumbas de los cementerios abandonados.
Si las ratas pensaran, sufrirían por vivir en este sitio.
Ya ellas, las ratas, ni me miran cuando llego, o quizás algunas –sí, me he
dado cuenta–
me miran como se mira a las ratas.
Subo por las escaleras de baldosas desconchadas, cubiertas
de una pátina negra irreversible.
Toco con los nudillos en la puerta del amigo
(podría decir que toco el timbre, para embellecer al poema, pero
donde alguna vez hubo un timbre, hay ahora algo así como el ojo
de una calavera).
Entro,
me doy la mano
con el muerto, aun
sonreímos al saludarnos con la sonrisa de dos muertos.
Somos dos muertos en este cementerio abandonado.
(Ciudad de México, 1998)
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"30"
In un edificio che pare una macchia di sporco in tre dimensioni, inserita
in un’altra macchia uguale, ma più ampia.
In un edificio lugubre della colonia Doctores, lugubre
come un cimitero abbandonato, come certi cimiteri, dico,
dove ormai non sotterrano nessuno,
vive un amico.
Chi avrà costruito questo edificio - dove adesso sto entrando -
un po’ di tempo fa, quando la brezza della Città era idonea
perché i gigli non provassero timore?
Quante feste, quanti giorni di pace, di fede, di futuro (qualcosa, che ormai
lo sappiamo, non esiste) saranno stati sprecati nei suoi appartamenti
che oggi ricordano le tombe dei cimiteri abbandonati?
Se i topi pensassero, soffrirebbero per dover vivere in questo posto.
Adesso loro, i topi, non mi guardano quando arrivo, o forse alcuni
- sì, me ne sono reso conto -
mi guardano come si guardano i topi.
Salgo per le scale di piastrelle scalcinate, coperte
di una patina nera indelebilee.
Busso con le nocche alla porta dell’amico
(potrei dire che suono il campanello, per abbellire la poesia, ma
dove un tempo c’era un campanello, adesso c’è qualcosa di simile
all’occhio di un teschio).
Entro,
stringo la mano
al morto, adesso
sorridiamo, salutandoci con il sorriso di due morti.
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