di Yoani Sanchez
Hace una semana el periódico Granma publicó una breve nota, que bien pudiera figurar en una antología del absurdo. Con un tono muy didáctico y hasta algo regañón, explicaba a los lectores cómo hacer una colada en una cafetera italiana. Para un pueblo bebedor empedernido de café, resultó bastante risible que le dijeran el modo de lograr esa bebida caliente y oscura. El artículo iba acompañado también de varias fotos, donde se mostraban las proporciones de agua y polvo “correctas” que se debían añadir. Si algún lector extranjero hubiera leído aquel texto, pensaría que los cubanos comenzábamos a interesarnos por primera vez en eso que los esclavos africanos llamaron “el néctar negro de los dioses blancos”.
El asunto es que por el mercado racionado ahora sólo se distribuye un café mezclado con chícharos al 50 porciento. La composición además de tener un gusto pésimo, encierra además un peligro tremendo: hace explotar las cafeteras al tupirles la válvula de escape. Las quejas han llovido sobre el Ministerio de Comercio Interior, y también varias personas han terminado en el hospital con quemaduras o heridas después de presenciar un estruendoso ¡Pum! en su cocina. El humor callejero ha apodado a la nueva mixtura de café como “Bin Laden”, aludiendo a los peligrosos efectos que provoca en sus consumidores.
El descontento ha sido tan elevado, que el sobrio periódico del Partido Comunista, se vio obligado a narrarlo en sus páginas. Claro, que según la versión de este diario nacional, la culpa no la tiene la extraña mescolanza del grano variedad arábica con chícharos importados, sino los consumidores que no lo saben preparar. En lugar de apaciguar los ánimos, tal argomento generó más molestias. Al mal sabor del café mezclado, se le suma ahora la sensación de estar siendo ridiculizados por los medios oficiales.
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